antes de jugar con la pelota de letras

A veces te tropiezas con un terrón de azúcar. Vas siguiendo un rastro con desgano, por miedo al vacío frente al navegador y te aparece ese libro que no conocías y que nunca leerás, publicado en ultramar, no disponible para la venta y sin indicios de la biblioteca que lo pueda alojar. Y no es el texto fundamental de una creencia, ni la obra deliciosa creada para cautivar: es un libro sobre una silla, ¡Con tantos lectores como para desaparecer de las vitrinas!, y hacerte ruborizar, por tu vergonzoso blog carente de fisgones, perdón, de seguidores.

Se trata de Thonet 14, la legendaria, la clásica del bistrot, la minimalista. Esbelto taburete fabricado desde 1860 como pieza de mobiliario funcional para cafés, elaborado con un virtuoso método de doblado de madera al vapor, conformado por seis piezas distintas ensamblables sin posibilidad de error y embalado sin armar para facilitar el transporte y la comercialización.


Ocurre que el encuentro con esa silla, disparó -Proust y Freud anotados al pie de página- a la comarca inexplorada de la casa del abuelo paterno, donde apenas entrado con tímida pisada hallé la versión bamboleante del taburete, que abrió el pasaje mágico al universo del movimiento continuo de toda vivienda. En cada sala, patio, antejardín y habitación, un ensamble de una o varias mecedoras con la expectante hamaca, colgada en previsión del momento privado de reposo.
Conocí también a las tumbonas que desprecié de plano, la molicie y la pereza no cabían junto a la acción directa
Sentarse en ese imponente artefacto fue un acto de valor y un vértigo inmediato al irse hacia atrás, movimiento del cual regresé aliviado, a continuar el paseo incesante adelante-atrás, temeroso en principio, pausado con insegura calma , tranquilo con naciente confianza.

Que pulsión de proyectarse hacia adelante con intención de llevar el espaldar a tocar el piso y levantar los pies y permitirle el retroceso desde el contacto de la curvatura mayor de los brazos hasta la inminente posición de dejar solo un reducido punto de contacto con la realidad del piso para levantar el vuelo mirando el arco corrido por las piernas en dirección a la pared y de ser posible volver a la estabilidad en medio de la alarma y rabia de las tías.
MODERNO ADIESTRAMIENTO PARA INCURSIONAR EN LA FASCINANTE MECEDORA



BAÚL DEL RECUERDO


